ENGENDRO POLÍTICO
En estos tiempos tan convulsos , pocas cosas se mueven con tanto sigilo como las temibles elucubraciones hegemónicas de nuestra élite política circense, enclaustrada en las socavadas instituciones del Estado costarricense. Y lo más indignante de tener que señalar, es que proclaman con ahínco desbordante, su muy cacareada y desgastada intención de terminar con la pobreza, proyectando una muy estereotipada falsa imagen de mesiánicos patriotas, dispuestos a “darlo todo” por su desangrado pueblo; una muletilla politiquera muy trillada.
Esta mala praxis corrupta y malintencionada muy arraigada en los políticos tradicionales de todas las ideologías, enardece los sentidos de los alicaídos ánimos de una masa popular de adoradores vilmente explotada y hábilmente manipulada, que hastiada de tanta inmundicia y burla, ya no soporta más esta injusta y pesada carga tributaria. Con mucho más razón, cuando descubre que sus sacrificios sólo han servido para que unos pocos engorden, mientras ellos sufren de anorexia obligada. Mientras estas censurables e inadmisibles conductas se dan con calculada frecuencia, los mesiánicos salvadores expertos en economía doméstica, llenan sus propios bolsillos desmedidamente sin pizca de compasión para con sus sufridos e indefensos gobernados. ¡Pobre pueblo! ¿Hasta cuándo?
En suma, nada de lo que se ofrece en lontananza como solución supuestamente viable a las desesperantes necesidades de la gente que gime lastimeramente, supera en algo a un buen cuento de hadas de esos que solían narrarnos cuando niños: …“Había una vez un rey bondadoso que frecuentaba....”, siempre con un desenlace supuestamente feliz. En vez de un rey humanitario, lo que en Costa Rica abundan son los políticos maléficos que lloriquean en la Asamblea Legislativa, como pobres indefensos “corderitos” por los juicios previos de sus menguados siervos ciudadanos y periodistas ingratos. Y que según su muy encumbrado razonamiento platónico, deberíamos rendirles pleitesía con honores por terminar sistemáticamente con los pobres que los eligieron, “pero no así con la miseria extrema de la que se nutren.”
Puedo difícilmente aceptar que algunos plebeyos sostienen o defienden la tesis doctrinal cristiana de que todo pecador merece el perdón; pero ese don divino tiene un precio -el arrepentimiento-, y no autoriza a nadie para ocultarse en el conocido y popular comodín versátil: “El que peca y reza empata”, mientras a otros mata. Los Diputados pagarán un precio, sí, ¡al haberse burlado de su pueblo!
Hernán Calvo Céd. 1-306-349
“SOY UNA VOZ PREDICÁNDOLE A LOS SORDOS”