Hugo Chávez pretende amilanar a los medios. A la clausura de las 34 emisoras de radio opositoras en Venezuela (acusadas de hacer terrorismo mediático) sobreviene la lamentable noticia del atentado contra la cadena Globovisión en manos de los violentos besapiés del régimen.
Dos heridos, varios afectados y el escándalo internacional de un mundo globalizado que asiste azorado a los coletazos impúdicos de un poder absolutista y antropófobo.
En el país del chavismo, hay más de 15 millones de pobres. Más de la mitad de la población. En el año 2006, 3 tres millones y medio de personas ya se encontraban en la pobreza extrema. Aquella que ni siquiera da oportunidades para la diaria subsistencia.
En el país del chavismo, se pretende resucitar el viejo modelo cubano de los círculos infantiles. Para robarle la patria potestad a los padres y poder adoctrinar nuevas generaciones bajo el modelo ideológico del mandamás. Cual patrón de Estancia, Chávez pretende erigirse en el gran padre venezolano, con la sola intención de perpetuar su delirante forma de ejercer el poder; tan perjudicial como anacrónica.
En el país del “heredero de Simón Bolívar” (cual nuevo libertador) se expropian propiedades, se avasallan derechos innatos de las personas y se escaldan perspectivas de futuro.
Por ello, cuando algún medio de comunicación dice lo que debe decir para concienciar a la gente, Chávez pega un puñetazo sobre la mesa y reacciona con ira despiadada. Sin medir las consecuencias. Y ordena a sus ministros “grandes soluciones”.
La mayoría de ellas, consistentes en demostrar que la mano de hierro del poder público no se tuerce ni se dobla. Y que antes, quedarán en el campo de batalla social millares de cadáveres mediáticos y políticos.
La situación llega a límites inconcebibles si se tiene en cuenta que otras 40 emisoras de televisión y 210 estaciones de radio fueron amenazadas “con el cierre” por el gobierno por “tratar de lavarle el cerebro al pueblo venezolano”.
La embestida chavista es feroz. Al punto tal de que prepara una ley de delitos mediáticos para penar con cárcel a aquel que “ose” difundir noticias en contra del estado.
“Hagan silencio, señores”, es la consigna actual del injusto poder que amedrenta, amenaza y empuja al abismo existencial a millones de venezolanos.
Y por ello, es tiempo de hablar. Hablar a borbotones. Hablar hasta quedar sin aire. Fuerte y Claro. Y no callar, ni aún mandados a hacer silencio. Para que el mundo conozca las atrocidades que un político en ejercicio del poder absoluto es capaz de cometer en un microespacio de absoluta impunidad.
Pero, por sobre todo, para que no se repita. Ya bastante vida ha sido pisoteada bajo los pies de cemento de la tiranía enquistada en el poder.
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